Tal y como se ha explicado con anterioridad, la detección es el proceso de percepción del incendio y de transmisión de la señal de percepción.
La detección puede ser de dos tipos: humana y automática.
En la primera, es el propio ocupante del recinto donde se produce el siniestro quien observa su presencia y transmite el aviso posterior a una central de recepción o al resto de los ocupantes del lugar donde se ha producido. Los medios específicos utilizados frecuentemente son los pulsadores manuales.
Por lo que respecta a la detección automática, para poder percibir un fuego en un lugar poco frecuentado por personas o en el interior de un equipo de trabajo, será necesario instalar dispositivos destinados a tal fin, denominados detectores automáticos.
Para seleccionar el detector automático más adecuado e instalarlo en un recinto concreto, previamente deberá estudiarse con detenimiento el fenómeno físico, es decir, cuáles son las posibles características del tipo de fuego que puede presentarse, y qué evolución en el tiempo puede desencadenarse. Así, existen fuegos de desarrollo lento y otros, por el contrario, de carácter rápido. Nos podemos encontrar con fuegos con emisión de grandes llamas, pero también existen otras clases que pueden generar gran cantidad de humos.
Si se analiza un fuego tipo, al comienzo se van a desprender iones o radicales libres, como consecuencia de la «pirólisis» del combustible. En una posterior etapa, podrán emitirse humos. Seguidamente, se generarán las llamas Por último, y en su desarrollo final, se incrementará la temperatura de los humos.
Cada tipo de detector es sensible a las diferentes etapas de un posible fuego, captando un determinado fenómeno que ocurre habitualmente en la evolución previsible del mismo. Por ello, se pueden clasificar dichos dispositivos en:
– Detectores de calor: sensibles al aumento de temperatura.
– Detectores de humo: sensibles a las partículas producto de la combustión o los radicales o iones originados en la pirólisis.
– Detectores de gases: captan la atmósfera explosiva que contiene gases inflamables.
– Detectores de llama: sensibles a la radiación infrarroja o ultravioleta.
En un recinto muy frecuentado por personas, no es necesario la instalación de detección automática, pues los propios ocupantes pueden rápidamente darse cuenta de la existencia del siniestro y actuar en consecuencia, comunicando la situación. Sin embargo, en áreas de instalaciones a las que solamente tienen acceso el personal de mantenimiento, es necesaria la instalación de un sistema de detección y alarma automática, para que avise de la existencia del mismo mediante una señal emitida por un dispositivo de alarma, y/o recogida en el Centro de Control de Alarmas del edificio o ponga en funcionamiento un Sistema de Accionamiento de Protección contra incendios.
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