En muchas situaciones, las actividades realizadas, y en especial la organización del trabajo, imponen el mantenimiento prolongado de una misma postura de trabajo. Esto, tal y como se ha visto, conlleva efectos circulatorios que con el tiempo pueden llegar a desembocar en TME.
Uno de los problemas que se plantean en la evaluación del estatismo postural es: ¿a partir de cuánto tiempo una postura se puede considerar estática?
La respuesta es: depende de la intensidad de la contracción muscular. Cuanto más forzada es una postura, es decir cuánto mayor es el ángulo articular, menor es el tiempo que se podrá mantener.
La norma ISO 11226:2000/ Cor 1:2006: «Evaluación de las posturas del trabajo estático” propone, para las inclinaciones de tronco y cabeza y para la abducción del hombro, un criterio para establecer si la postura es estática.
Cuando existe estatismo postural, la actividad debe verse interrumpida con pequeñas pausas que permitan el cambio de la postura y con ello, la recuperación de la fatiga. La frecuencia de las pausas es directamente proporcional a la intensidad de la contracción: cuanto más forzada sea la postura, más frecuentes deben ser aquellas.
Además, se ha comprobado que, para prevenir O retrasar la aparición de la fatiga, son mucho más eficaces las pausas cortas (de unos pocos minutos, e incluso, segundos) y muy frecuentes, que las pausas largas pero separadas en el tiempo varias horas.