El ruido es uno de los agentes físicos más extendidos en el medio laboral, tanto en industrias cómo en otros ambientes de trabajo.
En ciertos tipos de trabajo, como por ejemplo en oficinas, supermercados, bancos, etc., no se van a producir pérdidas de audición graves dado que los niveles de exposición diarios existentes raramente van a superar aquellos a partir de los cuáles se pueden ocasionar daños al aparato auditivo.
Ahora bien, de todos es conocido que el ruido no sólo puede producir daños para el aparato auditivo, sino también otros problemas relacionados con órganos diferentes a los de la audición, provocar molestias para el desarrollo de algunas tareas e interferir en
la comunicación.
Las molestias y problemas ocasionados por el ruido dependen básicamente de los siguientes aspectos:
– Parámetros acústicos: la intensidad del ruido existente y su composición espectral en frecuencias.
– Las exigencias auditivas y de concentración que demanden las propias tareas a desarrollar.
– Las características individuales: actitud, interés, motivación, estado fisiológico, etc.
– El estado físico y psíquico de los individuos.
Hoy en día se sabe que los posibles efectos perjudiciales del ruido sobre la salud son muy numerosos y variados y, muchas veces, la exposición a intensidades de ruido que se podrían considerar, hasta cierto punto, «seguras» para el oído, pueden sin embargo estar afectando negativamente la salud y el bienestar de los trabajadores a otros niveles; este es el caso de ciertos puestos y tareas entre los que están los de oficinas.
Efectos fisiológicos
El ruido puede producir otro efectos en órganos diferentes al oído. Estos efectos se producen porque las vías auditivas del Sistema Nervioso Central no sólo se corresponden con el centro nervioso de la audición sino con otras conexiones indirectas, y en concreto, con el Sistema Nervioso Autónomo, que regula el funcionamiento de otros órganos.
Los principales efectos fisiológicos estudiados derivados de la exposición al ruido son
– Aumento del ritmo cardíaco.
– Vasoconstricción.
– Aceleración del ritmo respiratorio.
– Disminución de la actividad de los órganos digestivos.
– Reducción de la actividad cerebral (con el consiguiente efecto sobre el rendimiento).
Por ejemplo, todos hemos tenido alguna vez la sensación de sobresalto por un ruido repentino: el corazón se acelera, la respiración se hace más fuerte, las pupilas se dilatan y la piel queda pálida y sudorosa. Esta es una reacción normal de alerta ante lo que, instintivamente, consideramos una amenaza del medio que nos rodea. Esa sensación es el reflejo de toda una serie de alteraciones nerviosas y hormonales que se producen en el interior de nuestro organismo.
En principio, este tipo de reacciones no supone ningún problema; el cuerpo vuelve poco a poco a la normalidad. Sin embargo, en el caso de exposiciones prolongadas a ruidos muy intensos se pueden producir alteraciones permanentes. Así, en trabajadores de industrias ruidosas se ha observado la aparición de úlceras o alteraciones del corazón con mayor frecuencia.
Sin embargo, no está comprobada la relación entre niveles de exposición y efectos fisiológicos, pudiendo ser debidos estos efectos, también a otros factores diferentes a las propias características acústicas
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