Aunque el objetivo fundamental es anteponer medidas, métodos o procedimientos de organización del trabajo, a la utilización de equipos de protección, en muchas ocasiones, no resulta factible el empleo de medidas técnicas que reduzcan el riesgo en un determinado puesto de trabajo.
Se entiende por equipo de protección colectiva (EPC), cualquier útil o dispositivo de seguridad que pueda proteger a uno o varios trabajadores, y no se aplique sobre el cuerpo. Por otro iado, el equipo de protección individual (EPI), protege a un solo trabajador y se apiica sobre el cuerpo del mismo.
Tanto los EPCs como los EPIs tienen por objeto proteger al trabajador frente a las agresiones externas de tipo: físico, químico o biológico, y que existieran o se generaran en el desempeño de una actividad laboral determinada.
Los EPCs deben priorizarse en cuanto a su uso respecto a los EPIs, dado que la protección colectiva actúa sobre uno o varios trabajadores simultáneamente, y éstos además no son perturbados por la aplicación directa sobre su persona del EPl.
Los EPls constituyen la última barrera entre el hombre y el riesgo. Se emplean frente a situaciones de riesgo que atentan contra la salud del trabajador y nunca deben considerarse como una solución definitiva.
La misión de los EPIs es realizar la actividad, disminuyendo las consecuencias del riesgo como una medida transitoria hasta solucionar el problema que genera dicho riesgo.
Los EPls se deben utilizar como medidas complementarias a otras, pero en ningún caso se pueden sustituir ni por la protección colectiva ni por cualquier otra medida preventiva, cuya acción es eliminar o reducir el riesgo hasta niveles aceptables.
No hay que olvidar que los EPIs no evitan el accidente, es decir, no eliminan los riesgos, sino que sólo sirven para minimizar sus consecuencias: por ello, deberán tener unas prestaciones, características y requisitos, que hagan posible su función. Además, tienen que ser funcionales, cómodos y permitir la realización de las tareas cuyos riesgos se pretenden proteger.
Por otra parte, aunque estén bien seleccionados, los EPIs tienen unas limitaciones que impiden que éstos protejan de una manera ilimitada y de forma absoluta; son eficaces hasta ciertos límites que recogen sus propias normas de certificación y que obligan a una utilización racional, de acuerdo con los riesgos que se pretenden proteger, así como a una elección, mantenimiento, revisión, etc., adecuados.
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